Desde el mediodía ya se notaba la transformación. Los vecinos pasaban a ser personajes, los animales ocupaban su lugar y el decorado empezaba a cobrar vida. Desde las cinco de la tarde hasta pasadas las diez de la noche, unos 300 habitantes de Torrecampo volvieron el sábado a representar el belén viviente, que alcanza su tercera edición, al igual que han hecho hoy domingo.
La implicación del pueblo es total. Prácticamente todo su centro histórico se había convertido en un belén de 5.000 metros cuadrados que recorrieron miles de personas.
Las fachadas centenarias de piedra y granito de los edificios más emblemáticos como la iglesia de San Sebastián, la ermita de Jesús Nazareno, la casa-museo Posada del Moro, el Pósito o la Casa de la Cárcel se convierten en el escenario perfecto, junto con el entorno de la Plaza de la Iglesia y la Plaza de Jesús.
Escenas bíblicas como la anunciación a los pastores y a la Virgen, el nacimiento, el empadronamiento, el Palacio de Herodes, el edicto de Herodes, la huida a Egipto o la adoración de los pastores y de los Reyes se intercalan con otras tradicionales de Los Pedroches como la matanza, fragua, carpintería, panadería, zapatería, lavanderas, establos, elaboración de queso, jabón, aceitunas, bolillo, bordados, etcétera. Todo ello aderezado con la actuación del coro romero Primero de Mayo y con más de 50 animales entre gallinas, burros, ovejas y hasta becerros.
Adrián Pérez, presidente de la peña cultural Belén Viviente, subrayó que la clave del éxito está en "la ilusión, las ganas y la participación desinteresada y altruista de los vecinos con la única misión de hacer más grande nuestro pueblo".
Se cuidan todos los detalles de vestuario, decoración y ambientación y hasta disponen de cuatro niños y niñas, todos menores de un año, para ir alternándose en el papel de Niño Jesús venido al mundo en el portal.
Fotos: Rosa Delgado.
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