Un cochino y una cochina ibéricos de bellota de unas 15 arrobas cada uno -más de 170 kilos por cabeza-, sacrificados previamente en el campo, fueron despiezados este domingo 26 de enero cara al público en el octavo Día de la Matanza de Alcaracejos, que ha retomado el Ayuntamiento tras el parón del año pasado. Una decena de hombres participaron en las labores de despiece, que se iniciaron con la quema del pelo del animal mediante las aulagas, unos arbustos que crecen en la zona. Santiago Puerto iba narrando al público como el cerdo es dividido en dos partes y a partir de ahí la extracción del lomo, el solomillo, la presa, el secreto o el tocino que asado en la candela, ya convertido en torrezno, era dado a degustar a las muchas personas que acudieron de distintos lugares de la provincia, en día casi primaveral.
Las mujeres, a lo largo de la calle Capitán Ferrer Morales, alguna tan veterana como Manuela Rodríguez a sus 83 años, se encargaban de adobar las carnes para hacer las morcillas de sangre, las morcillas del año, los chorizos, el salchichón y el lomo de la orza, que tal y como explicaba Isabel López se hace dejando 8 días las carne aliñada con pimentón, pimienta, orégano, vinagre, vino, perejil, laurel y sal.
El alcalde, Luciano Cabrera, destacó la implicación de los vecinos y la novedad de la construcción junto al Museo de la Matanza de una zahúrda con una cochina y sus lechones. Actuó el grupo Alcaria y bailaron los integrantes de grupo San Rafael, de Córdoba, y Los Jarales, de Alcaracejos. Entre las personas que adquirieron su tícket para la comida se sortearon dos jamones y dos paletas.
(c) COPE Pozoblanco
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Desde Barcelona, emocionado me habéis dejado. Mi pueblo. Y una de esas fantásticas mujeres, mi madre. Gracias.
Las matanzas de cerdos en las casas mitigaban el hambre casi durante un año. era un día de fiesta para familiares y vecinos. Los niños podíamos faltar a la escuela y nos pasábamos el día jugando a la pelota con la vejiga del cerdo y acarreando "pasto" (matajierve, le decíamos porque al arder hacía un ruido característico). Nos daban bien de comer, calle, campo y por la noche un fantástico candelorio con el pasto recogido. Si se podía ligábamos un poco y algunos fumaban cigarrillos de papel de estraza (horrorosos de sabor y un humo espeso, dolor de cabeza seguro). Días de matanza, recuerdos imborrables del pueblo y de una magnífica niñez.
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